La timidez es uno de los estados más complicados que afecta el universo de las relaciones personales en su normalidad. Se le considera una pauta comportamental limitadora del desarrollo social de quienes la experimentan, en diversas áreas de su realidad cotidiana. Tradicionalmente, la timidez, no ha sido objeto de grandes estudios sistemáticos ni ha merecido atención especial dentro de la psicología clínica. Podemos alegar diversos motivos.
El principal, es que el niño tímido suele ser una persona tranquila, callada, temerosa, que evita las interacciones sociales Y que pese a que puede llamar la atención de padres, maestros y educadores no suele identificarse como una persona que cause o tenga problemas y, por tanto, tampoco susceptible de necesitar ayuda profesional.
Ocurre con frecuencia que los problemas interiorizados suelen ser menos aparatosos y preocupantes que los externalizantes. En el primer caso los sujetos interiorizan el problema y lo manifiestan con temores, miedo, ansiedad o depresión, mientras que los segundos los exteriorizan mediante conductas externas, disruptivas, que afectan a otras personas y, por tanto, generan mayor perturbación e interés por una intervención psicológica.
Hay también una creencia extendida que no se trata de un problema serio, que probablemente el tímido ha nacido así y que estos síntomas mejorarán con la edad. Esto puede ser verdad en algún caso; en la mayoría se habrá perdido un tiempo precioso.
Hoy en día, ya nadie pone en duda la importancia que la interacción interpersonal tiene en el desarrollo infantil y en el funcionamiento psicológico, escolar y familiar. Desde los primeros pasos con sus iguales en guarderías hasta la posterior escolarización, el niño debe ir construyendo, como parte fundamental de su educación, una serie de habilidades sociales que de no establecerse de forma adecuada, pueden limitarlo en muchos aspectos de su funcionamiento, además de producirle un gran sufrimiento emocional. De ahí la importancia de detectar a tiempo al niño tímido y dotarle de unas herramientas útiles para que pueda construir con mayor eficacia una comunicación interpersonal saludable. Pero, ¿qué entendemos exactamente por timidez?
DELIMITANDO EL CONCEPTO DE TIMIDEZ
La mayoría de las personas creen tener una idea bastante exacta del significado de la palabra “timidez”, sin embargo, al menos desde un punto de vista psicológico, podemos afirmar que este término no es univoco y que de hecho alude a un conjunto de síntomas heterogéneos de difícil reducción a un concepto simple. Dicho de otra manera: para el clínico no existe tanto la timidez como concepto general sino diferentes expresiones de la misma en sujetos diferenciados y que obedecen a sus peculiaridades tanto genéticas como ambientales.
Utilizando la definición de la R.A.E. el tímido se define como: “Temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo.”
Esta definición parece acotar el significado de la palabra, no obstante, el problema reside en que hay otros términos que a menudo se mezclan con el primero y pueden crear cierta confusión terminológica (por ejemplo: retraimiento social; dificultad en la relación social; introversión; falta de asertividad; etc.). Todo ello apunta a la existencia antes señalada de diversas expresiones de la timidez.
En su acepción psicológica más clásica, la timidez se utiliza para referirnos a “aquellos niños con un patrón de conducta caracterizado por un déficit acusado en las relaciones interpersonales y una tendencia estable y acentuada de escape o evitación del contacto social con otras personas”.
Siguiendo a algunos autores podemos concretar las principales manifestaciones de la conducta tímida en los siguientes puntos:
Principales manifestaciones de la conducta tímida
a) Déficit o carencia de conductas interactivas. El niño tiene problemas para relacionarse con sus iguales o los adultos: No participa ni pregunta en clase, le cuesta iniciar conversaciones con otros niños o tomar la iniciativa en cualquier actividad. Se muestra reservado y distante. Pueden también estar presentes una pasividad excesiva, aislamiento, baja asertividad, escasa capacidad de expresión emocional, inseguridad, lentitud y sumisión al grupo. En definitiva presentan un escaso repertorio en habilidades sociales.
b) Conductas de temor, miedo o ansiedad. Suelen estar presentes las conductas de ansiedad (anticipatorias de la situación o en la propia situación), temores y miedos irracionales en el sentido de tener que expresar una opinión o efectuar algún acto en presencia de sus iguales o adultos (en clase; por ejemplo: leer en alto, responder a preguntas o resolver en la pizarra algún problema). Acompañando a los temores se produce la activación psicofisiológica (ansiedad) que se manifiesta con temblores, rubor, tartamudeo, dolores estomacales, etc. Lo peor es la falta de autocontrol que puede experimentar el niño ante estos episodios lo que le puede llevar a evitar activamente situaciones concretas.
c) Problemas relativos a su autoestima. El niño tímido es un niño que sufre y eso le puede llevar a problemas afectivos, de baja autoestima y una tendencia a subestimarse e incluso a desarrollar ciertos sentimientos de inferioridad acompañados de indefensión, ocasionalmente depresión, hipersensibilidad, culpabilidad, atribuciones inexactas, ideas irracionales, etc. Es también probable que haya episodios de "rompimiento emocional" que se manifiesten en forma de llantos en momentos puntuales o también (según el niño) de conductas disruptivas en su entorno más próximo. Finalmente, también pueden darse quejas psicosomáticas (dolores de estomago, mareos, dolor de cabeza, etc.., en algunas ocasiones para evitar las situaciones temidas: colegio, etc.).
Pese a que la timidez entendida en su sentido más clásico está presente -y de ahí su interés psicológico-, en numerosos trastornos clínicos, no se contempla como categoría diagnóstica diferencial en ninguno de los sistemas clasificatorios (DSM-IV-TR o CIE-10).
TIMIDEZ: NORMALIDAD Y PATOLOGÍA
La timidez no debe entenderse como un rasgo de la personalidad que está o no presente, sino que se sitúa a lo largo de un continuo en el que un extremo está el sujeto con una timidez leve, incluso adecuada socialmente, a otro extremo en el que se situarían los que presentan síntomas más severos y que pueden desembocar en una fobia social.
El punto de corte entre la normalidad y la patología nos la debe dar el grado de incapacitación que ocasiona. Cuando la timidez interfiere negativamente con el funcionamiento cotidiano, produciendo incapacitación para desenvolverse con éxito en el terreno académico o social y ésta situación se mantiene en el tiempo, es cuando hemos cruzado el terreno de lo clínico.
A lo largo del ciclo vital es habitual que se pasen etapas que cursen con un cierto nivel de timidez. El temor a la evaluación de los iguales y la evitación de ciertas situaciones sociales es muy habitual en niñas y niños en plena adolescencia. Normalmente ello no supondrá mayores consecuencias en el futuro y es de esperar que se vaya corrigiendo al entrar a la edad adulta. No obstante, en algunas ocasiones, la timidez puede tener continuidad en trastornos ya más severos como la fobia social o el trastorno de personalidad de evitación. Las personas que sufren estos trastornos fueron ya mayoritariamente catalogadas de tímidas en su infancia, lo que no significa que todas las personas tímidas vayan a desarrollar éstas patologías.
También es importante efectuar una distinción entre el niño tímido o retraído del niño triste y deprimido. En el primer caso el niño tiene un funcionamiento “normal” en todas las actividades salvo en aquellas que implican la exposición a las situaciones temidas. Por su parte el niño deprimido presenta un patrón constante en toda la situación caracterizada por escaso interés y capacidad de disfrutar así como apatía, irritabilidad, pérdida de energía, sentimientos de inutilidad, etc. Aunque ambos conceptos se solapan, conviene tener claro los límites de cada uno de ellos, sin olvidar que un niño tímido, que sufre en exceso, puede convertirse en un niño deprimido.
ALGUNOS DATOS EPIDEMIOLÓGICOS
Según estudios recientes se extrae una conclusión paradójica acerca de los niveles de población tímida en la actualidad. Los datos apuntan a un aumento de la timidez autoinformada (se refiere a presentar alguna o algunas conductas tímidas) pasando del 40 al 50% en población general. Como explicación a este hecho se señalan las peculiaridades del nuevo contexto social de indiferencia hacia los otros y la escasa prioridad que se da en la escuela a la enseñanza del aprendizaje del complejo entramado de habilidades necesarias para ser competente socialmente.
Otro factor fundamental es el auge de nuevas tecnologías (internet, chat, etc.) que potencian el uso de medios comunicativos no presenciales y, por tanto, reduciendo la interacción “cara a cara” y la pérdida de los elementos paralingüísticos y no verbales.
Según un trabajo efectuado en nuestro país (Monjas, 1.992, 1.997) con niños de Educación Infantil, Primaria y Secundaria se concluye que:
· El 29% de los alumnos es rechazado por sus compañeros
· Un 17% es ignorado, aumentando estos porcentajes si el niño presenta necesidades educativas especiales o presenta algún tipo de discapacidad.
Otros estudios (Ortega, 1.994) señalan que aproximadamente el 4% de los niños manifiesta no tener amigos y que se encuentra aislado con mucha frecuencia.
Finalmente apuntar que la timidez está más presente en la población femenina pero, a su vez, es también mejor aceptada que en el caso de los niños. El comportamiento vergonzoso femenino es asumido por gran parte de la población como una conducta no tan sólo no dañina para la propia mujer sino positiva en el sentido de formar parte de ciertas conductas como las del flirteo entre otras. Ello tiene mucho que ver con el mantenimiento de ciertos roles tradicionales de hombre y mujer.
SUS CAUSAS: ALGUNAS PISTAS EXPLICATIVAS
Pese a que desde la psicología se han apuntado diferentes modelos teóricos para tratar de explicar la timidez, no hay datos concluyentes al respecto y se asume que cada uno de ellos nos aporta un poco de luz. Por tanto, todos los elementos expuestos a continuación pueden formar parte en mayor o menor grado, según el caso y la edad del niño de la génesis de la timidez.
a) La Genética. Desde este modelo se pone énfasis en la predisposición hereditaria. El temperamento del niño tímido estaría condicionado por factores tanto genéticos como biológicos.
Estudios efectuados en recién nacidos describen un 10% de los niños estudiados con el factor denominado: “inhibición ante lo desconocido” que asocian con el constructo “timidez”. Se trata de niños que reaccionarían con un umbral excesivamente bajo de activación psicofisiológica, manifestando rubor, taquicardias y otros síntomas ante estimulación sensorial nueva.
Hay también estudios que demuestran que el grado de timidez está inversamente relacionado con el grado de sociabilidad de las madres.
Si bien parece establecerse un cierto apoyo a las teorías de transmisión hereditaria, hay que apuntar que a medida que pasa el tiempo los resultados son menos consistentes al entrar en acción las variables ambientales.
b) Factores ambientales. Muchos son los factores externos que pueden propiciar conductas tímidas en los niños. Más que el factor en sí mismo cabe entender como lo percibe y siente el niño para entender la clave del problema. Muchos niños, ante situaciones que le superan, aprenden como modo de defensa el no involucrarse en nada.
Cualquier hecho que el niño perciba como amenazante, estresante o desagradable para él, su familia o entorno más inmediato es susceptible de provocar la inhibición de algunos niños. La identificación de estos factores de riesgo es importante para establecer las adecuadas medidas correctoras.
c) Apego mal establecido. Desde la teoría del apego se pone especial énfasis en el establecimiento de unos vínculos afectivos seguros con padres o cuidadores por parte del niño. La mayoría de autores coinciden en asegurar una clara conexión entre apego inseguro y retraimiento social.
Cuando los lazos afectivos no están bien establecidos ya sea por falta de tiempo, calidad de la relación, distanciamiento físico o abandono del bebé estamos creando las bases para un niño inseguro.
Es fundamental, en la educación del niño, proporcionarle una cierta seguridad afectiva (que no de sobre-protección) para que pueda construir su personalidad sobre una plataforma más sólida. Si el niño percibe, desde edades muy tempranas, que sus padres están a su lado (no para concederle todos los caprichos, sino para ayudarle en el sentido más amplio) crecerá con mayor seguridad, autonomía y podrá establecer unas relaciones más seguras con el mundo externo (ver más en “el apego”). Contrariamente, cuando la relación padres-hijo es de inseguridad, este sentimiento se generaliza a todas las relaciones externas y produce en el niño una sensación de incompetencia y falta de valor.
d) Importancia de la interacción con iguales. Desde la psicología evolutiva se asume la importancia, apoyada por numerosas investigaciones, de las experiencias de interacción con los iguales.
Los niños que no se relacionan con sus compañeros corren el riesgo de presentar ciertas dificultades emocionales en su desarrollo. Dado que la interacción se produce en un plano interactivo, el niño retraído provoca menos respuestas sociales positivas en los demás y el resultado es un bajo nivel de contacto social. Si el repertorio social de un niño es reforzado pocas veces, muchos comportamientos importantes pueden resultar suprimidos o extinguidos.
e) El Aprendizaje. En el otro lado de los modelos explicativos basados en la genética, la teoría del aprendizaje asume que la timidez o el retraimiento social es fruto de una carencia de este aprendizaje o un aprendizaje incompleto o defectuoso.
Dentro de estas teorías se han utilizado principalmente 2 hipótesis:
1. La del déficit de habilidades.
2. La de interferencia.
-- La primera explica los problemas de los niños tímidos por el hecho de no tener las habilidades sociales necesarias para iniciar o mantener relaciones sociales.
-- La segunda afirma que el sujeto puede disponer de las habilidades necesarias, lo que ocurre es que no las pone en práctica debido a factores emocionales. Por ejemplo, un niño puede ser capaz de saber lo que le tiene que decir a una compañera o compañero para que juegue con él, sin embargo, puede no ponerse en marcha debido al temor de una negativa.
Factores emocionales interfirientes pueden ser el temor, la ansiedad, miedo, autoverbalizaciones negativas, creencias irracionales, baja autoestima, etc. Es importante conocer exactamente estos factores internos para poder ayudar eficazmente al niño tímido.
f) Otros Factores. Otro factor relevante a tener en cuenta es cuando la timidez se produce como consecuencia o síntoma de un trastorno orgánico o psicológico subyacente. Está muy bien descrita la timidez selectiva (para ciertas personas o situaciones) en algunos niños del espectro autista o de los T.G.D.(Trastornos Generalizados del Desarrollo), también en los casos de Retraso Mental. Evidentemente estamos delante de un tipo de timidez bastante diferente a la de la población general pero que también cursa con dificultades para la integración social de estos niños.
En el caso del Síndrome de Asperger nos encontramos con niños con capacidades intelectuales conservadas pero con una problemática recurrente no tanto de evitar el contacto social sino de encontrar las herramientas adecuadas para hacerlo de forma eficaz. Estos niños no entienden los convencionalismos ni lo “socialmente correcto”, tampoco saben interpretar las claves emocionales. Ello les lleva a ser vistos como torpes o extraños lo que se traduce en un retraimiento de los mismos y a ser catalogados de “tímidos” en determinadas situaciones.
EVALUACIÓN DE LA TIMIDEZ
La evaluación debe ser multimodal analizando diversas fuentes de información (familia, profesores, compañeros), aplicando diferentes procedimientos (informes estructurados, observación directa, autoinformes) y sondeando los diferentes contextos situacionales relevantes (escuela, familia, comunidad).
Los instrumentos de evaluación psicológica utilizados en la valoración de la timidez pueden agruparse en tres grupos:
a) Informes de iguales u otras personas relevantes. Se trata de procedimientos sociométricos diseñados para evaluar y describir la amistad, simpatía o la atracción interpersonal entre los miembros de un grupo y proporcionan información sobre lo querido, aceptado o rechazado que es un niño por sus iguales.
Es una información valiosísima para el psicólogo ya que los compañeros basan sus opiniones en numerosas experiencias de interacción con el niño tímido y podemos conocer el alcance real de las mismas en situación de interacción.
A continuación se exponen las estrategias que se utilizan con mayor frecuencia en la detección, identificación y evaluación de los niños tímidos:
- Nominación por los iguales. Se trata de preguntarle al niño acerca de sus compañeros dentro del grupo. Debe de elegir (nominación positiva) o rechazar (nominación negativa) dentro de un listado construido en base a un criterio predeterminado.
- Puntuación por los iguales. La técnica consiste básicamente en que cada sujeto puntúa y valora a todos los compañeros de su grupo. Cada alumno recibe una lista de todos sus compañeros y se fijan una serie de criterios (por ejemplo, cuánto te gusta jugar/trabajar con...). Se utiliza una escala Likert con gradaciones de 3 a 7 puntos. De esta forma podemos valorar la "aceptación media" de un sujeto por parte de su grupo de iguales.
- Técnica del "Adivina quién". Se parte de una lista escrita o verbal de ítems que describen determinadas conductas (positivas y/o negativas). Cada alumno describe o dice el nombre del niño que mejor responde a cada una de las descripciones y según su opinión. Por ejemplo: ¿adivina qué niño está siempre sólo en el recreo?; ¿Adivina qué niño se pone nervioso cuando le preguntan en clase?
b) La Observación directa. Este procedimiento consiste en el registro de la frecuencia, magnitud, duración o calidad de determinadas conductas y habilidades sociales manifestadas por el niño en los contextos naturales donde se producen.
Los informes de iguales nos proporcionan una fuente de datos muy importante, sin embargo, debemos complementarlos con la información mediante la observación directa. Las situaciones o interacciones explicadas por las propias personas del grupo observado pueden introducir voluntaria o inconscientemente determinados sesgos en sus apreciaciones. Es por ello que la recogida de información directa debe ir orientada a contrastar y complementar la información recabada por otros medios.
Al respecto pueden utilizarse diferentes registros estructurados como la Escala de Observación del Juego (Rubin, 1.981) u otras.
c) Autoinformes. El Autoinforme es un procedimiento mediante el cual se recoge la información, observación e incluso valoración que hace el propio sujeto acerca de su comportamiento interpersonal.
Cuando se trata de niños pequeños debemos ser muy cautos con este tipo de información ya que puede presentar distorsiones o sesgos derivados de su capacidad para autoinformar. Pese a todo pueden aportar datos relevantes.
Algunos de las pruebas que pueden utilizarse son:
- B.A.S. (Batería de Socialización en sus formas 1,2 y 3. Silva y Martorell, 1.989). En sus diferentes formas evalúa desde los 6 hasta los 19 años. Este instrumento se elaboró para detectar varios aspectos de la conducta social en escolares. A partir de su aplicación se obtienen un perfil de socialización con cuatro escalas de aspectos facilitadores (liderazgo, jovialidad, sensibilidad social y respeto-autocontrol) y tres escalas de aspectos perturbadores (agresividad-terquedad, apatía-retraimiento, ansiedad-timidez). También se obtiene una apreciación global del grado de adaptación social.
- S.T.A.I.C. (Cuestionario Ansiedad Estado-Rasgo. Spielberger, 1.988). Aplicable de 9 a 15 años. La prueba consta de dos partes, con 20 elementos en cada una, mediante los cuales el sujeto puede expresar “cómo se siente en un momento dado” (ansiedad Estado) y “cómo se siente en general” (ansiedad Rasgo).
- A.F. 5 (Autoconcepto Forma 5. F. García y G. Musitu). Puede utilizarse a partir de 5º de Primaria. El cuestionario compuesto por 30 elementos evalúa el autoconcepto presente en el sujeto en sus contextos social, académico/profesional, emocional, familiar y físico.
d) Otras Pruebas. En el caso de los niños tímidos pueden ser de gran utilidad las diferentes pruebas proyectivas: Test de la familia, test figura humana, árbol.
INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA
El primer paso para trazar las líneas maestras de intervención en la timidez es efectuar una evaluación exhaustiva, intentando dar respuesta a cuáles son las causas de la misma y en qué situaciones se producen.
La intervención debe efectuarse a medida de cada niño y atendiendo a sus peculiaridades, circunstancias y recursos.
Los tratamientos habituales están basados en la aplicación de un conjunto de técnicas cognitivo-conductuales (en función del caso) orientadas a los siguientes objetivos:
· Aumentar las conductas de interacción con los iguales (compañeros) u otras personas.
· Disminuir las conductas de inactividad, retraimiento o juego individual.
· Reducir los niveles de ansiedad social asociados a la interacción en grupo.
· Corregir los estilos de pensamientos inadecuados (pensamientos irracionales, negativos, de desvalorización personal, etc.).
· Mejorar su autoestima.
Entre las técnicas más utilizadas debemos mencionar:
· Entrenamiento en Autoinstrucciones.
· Desensibilización sistemática.
· Técnicas conductuales: Modelado, Refuerzo positivo, Economía de Fichas, etc.
· Práctica (en vivo o en imaginación). Ejercicios Rol-playing.
· Programas de entrenamiento en Habilidades Sociales. Son especialmente útiles las que se efectúan en grupo con niños de características similares.
· Cuando hay ansiedad anticipatoria y según edad del niño pueden incluirse también técnicas de intención paradójica (darle permiso para que piense en una situación y experimente mucha verguenza).
· Terapia racional-emotiva.
· Reestructuración cognitiva.
· Entrenamiento en técnicas de relajación.
· Tareas para casa.
-- Es importante saber en qué punto se encuentra el niño e ir empezando a construir objetivos parciales ajustados a sus posibilidades.
-- La intervención debe prolongarse a los diferentes ámbitos (familiar, escolar, comunitario) a efectos de generalizar los diferentes aprendizajes.
-- Deben planificarse actividades sociales de forma progresiva empezando por las situaciones de menor dificultad (encuentro con un amigo) a mayor dificultad (asistencia a una reunión con mucha gente). Debemos asegurarnos del éxito en los primeros retos (planificación de la situación, asesoramiento a colaboradores...).
-- Con niños funciona muy bien, si hay posibilidad, de utilizar un colaborador de su misma edad (puede ser un familiar o amigo próximo) para que le acompañe en ciertas situaciones y le pueda servir de apoyo y modelo (bajo supervisión).
PAUTAS DE AYUDA AL NIÑO TÍMIDO
a) Es importante conocer en lo posible el origen de la timidez para tratarla con mayor eficacia. Las causas pueden ser mútiples: genéticas, ambientales, emocionales, de aprendizaje, etc... El niño tímido no lo es por capricho o mala educación. Detrás suele haber sufrimiento emocional y sentimientos de ser diferente.
b) Es importante no forzar nunca al niño ante situaciones nuevas. Primero hay que consolidar las que ya ha asumido con éxito.
c) No ridicularizarlo ni hacerle sentir diferente a los demás. No compararlo peyorativamente con otros niños. Lo que a él le sucede le pasa a mucha gente.
d) El niño debe saber que conocemos y comprendemos su problema y estamos dispuestos a ayudarle incondicionalmente.
e) Darle confianza y tiempo. Motivarlo a que vaya superando, conforme a su edad, nuevos retos pero sin agobiarle. Cada niño tiene sus propias estrategias para afrontar las situaciones estresantes y debemos potenciarle las que consideremos adecuadas.
f) Tratar el problema con naturalidad sin que vea en los padres una preocupación excesiva, eso podría suponer una carga adicional.
g) Vigilar y corregir (sin reprimendas) las verbalizaciones irracionales o exageradas (por ejemplo: "soy un inútil"; "nunca podré tener amigos"; "si me hacen hablar me desmayaré". Según la edad del niño se pude reflexionar acerca de estas ideas fatalistas.
h) Buscar un amigo (de su misma edad) de confianza para que le sirva de modelo puede resultar útil como parte de la estrategia de tratamiento
i) La timidez no es una "enfermedad" sino una característica de nuestra personalidad. Un pequeño nivel de timidez puede ser incluso positivo, no obstante, cuando adquiere unos niveles que resultan molestos o incapacitantes para el niño que lo sufre hay que buscar ayuda profesional y actuar.
j) La timidez en niños debe ser contemplada dentro del curso evolutivo de los mismos. Hay etapas en las que el ser humano está más predispuesto (adolescencia) y se hace más evidente. Normalmente el que ha nacido tímido lo será toda la vida, sin embargo, con el aprendizaje de ciertas herramientas psicológicas, podrá ser más eficiente en sus relaciones interpersonales y, por tanto, gozar de una mejor salud emocional.
(Sergi Banús, Psicólogo Clínico Infantil)