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lunes, 13 de febrero de 2012

TODO SOBRE LA ANOREXIA NERVIOSA

¡Me veo gorda!
Grave y en ocasiones letal, esta enfermedad que afecta sobre todo a las jóvenes en la época de desarrollo puede curarse si las medidas terapéuticas implican a toda la familia, en la que anidan casi siempre las razones profundas de su presentación. La anorexia es una condición patológica caracterizada por una grave y voluntaria limitación dietética que puede llegar a comprometer la vida del paciente.
La enfermedad es un proceso raro en el sexo masculino, mientras que en el femenino puede afectar a una de cada 100.000 personas, con una tendencia al aumento en las últimas décadas. Se diagnostica anorexia nerviosa cuando el rechazo de alimentos conduce a una reducción del 25-30 % del peso corporal inicial, sin causas orgánicas evidentes pero con clara distorsión de la valoración de la imagen de su propio cuerpo por parte de la persona enferma.
A pesar del evidente y objetivo adelgazamiento y la opinión de las personas que la rodean, la anoréxica seguirá en efecto afirmando que no está en absoluto delgada e insistirá en su estricta autorrestricción alimentaria. Antiguamente, la anorexia nerviosa era frecuente en la última adolescencia y en la primera madurez de la mujer, pero en los últimos años se diagnostica cada día en mayor medida entre niñas de 9 a 14 años de edad.
CÓMO SE MANIFIESTA
La anorexia nerviosa se presenta de forma bastante característica. Una niña o una mujer joven hasta ese momento aparentemente sana decide claramente reducir su dieta de forma progresiva, lo cual muy pronto da lugar a una ostensible pérdida de peso. La auto restricción va acompañada, no obstante, de una creciente preocupación por no comer demasiado, y la cuestión de los alimentos, de su valor calórico y de la necesidad de abstenerse adquiere tintes obsesivos. En el seno de la familia, surgen inacabables discusiones y se plantean chantajes para inducir a la anoréxica a comer más; sin embargo, el resultado suele ser un empeoramiento de la situación, agravada por una desconfianza creciente de la enferma hacia sus familiares y hacia cuantos se preocupan por su salud. Ello la impulsa a mantener en secreto todas las actividades relacionadas con la alimentación y su persona, como la higiene corporal.
A pesar de su desmejorado aspecto y de todas las comparaciones con el pasado reciente y con sus coetáneos, y a pesar también de la consulta de todo tipo de datos que demuestran la anormalidad de su adelgazamiento, la anoréxica insistirá en sostener, frente a toda evidencia, que no está en absoluto delgada sino que, por el contrario, sigue teniendo formas con exceso de grasa, sus piernas son aún demasiado gordas, etc. Los medios a los que un anoréxico puede recurrir para no alimentarse son muy variados, sobre todo cuando el ambiente presiona para restablecer unas costumbres alimentarias normales. La mayoría de las veces esconde la comida o la tira por el inodoro; a menudo recurre al vómito, al principio provocado, introduciendo un dedo en la garganta, luego espontáneo, logrando que sobrevenga sin estímulo mecánico alguno; es también frecuente el uso de laxantes, para impedir o disminuir la absorción intestinal de los alimentos ingeridos.
En muchas anoréxicas no son raros los episodios de abandono del propósito de no alimentarse, con los consiguientes consumos exagerados de todo tipo de comida; sin embargo, ello va invariablemente seguido de un fuerte sentimiento de culpa y de remordimiento que las impulsa a eliminar inmediatamente los alimentos engullidos recorriendo al vómito.
CAUSAS PRINCIPALES
La anorexia, que no haya explicación en enfermedades orgánicas o psíquicas y que por ello recibe el nombre de "anorexia nerviosa primaria, tiene sus causas en graves dificultades psicológicas que angustian a la paciente y que es necesario entender si se quiere emprender un programa terapéutico eficaz y definitivo.
La indagación de las causas de la anorexia nerviosa ha de comenzar por la familia. La mayor parte de los casos de anorexia nerviosa aparecen en el ámbito de familias cuya condición socioeconómica es medio-alta, consideradas envidiables en todos los aspectos. Los padres se consideran normales y totalmente dedicados al bienestar y la felicidad de los hijos.
En un examen más profundo, la familia acomodada modelo presenta a menudo, sin embargo, ciertas fisuras, que se manifiestan en forma de actitudes de insatisfacción por parte de uno o de ambos progenitores.
El padre, perfeccionista, no se siente correspondido en sus expectativas y a menudo lamenta los sacrificios que él realiza para que su hija disfrute de un alto nivel de vida, traducido en buenos colegios, deporte, viajes y ropa. La madre, a pesar del amplio margen de que dispone en la vida práctica, se siente sacrificada (y no deja de demostrarlo) a las exigencias de los hijos en general y de la hija en particular, en la que deposita de forma más o menos explícita esperanzas de ver realizados sus sueños frustrados.
La atención y los estímulos de los padres se hallan siempre orientados al éxito de la hija, a quien se presiona para que haga las cosas cada día mejor y se afirme en todos los terrenos de su vida escolar y social. La niña puede conformarse durante un largo período con el enfoque que los padres, y la madre en especial, dan a su vida, y asimila toda la fragilidad emocional de éstos. La mayor parte de las chicas que sufren anorexia nerviosa han obedecido siempre a sus padres, renunciando evidentemente a expresar su propia personalidad y a realizar concretamente sus deseos más íntimos.
La llegada de la pubertad, o la presentación de otras circunstancias desencadenantes, pone en crisis la relación de dependencia con los padres; las típicas exigencias de esta edad presionan en dirección a una mayor autonomía, mientras que el desarrollo sexual supone sensaciones, pensamientos y fantasías que, sin embargo, la joven no es capaz aún de administrar convenientemente, por lo que tal individualidad, aún sustancialmente inmadura, acaba sintiendo miedo a crecer.
 
Desde el punto de vista del subconsciente, comer significa crecer; no comer se convierte por tanto en el método más inmediato para conservar esa condición de dependencia pasiva en relación a los padres que permite evadir la obligación de perseguir los objetivos de la vida que constituyen sus expectativas, frente a las cuales la joven se siente impotente y expuesta a un inexorable fracaso.
La autorrestricción de la alimentación puede ser también una forma de acaparar la atención y despertar preocupación en el ambiente familiar y social, pero también una eficaz manifestación de ira o de rencor hacia la familia y una forma muy peligrosa de combatirla. Semanas y meses de ansiedad, de preocupante y constante observación de una hija, antes obediente y juiciosa y ahora decidida a prolongar un irracional ayuno hasta sus últimas consecuencias, conducen inevitablemente a la crisis incluso a los padres más equilibrados. Se preguntan en qué han fallado en la cría y educación de la hija para hallarse cada vez más a merced de la joven paciente.
DIFICULTADES DIAGNOSTICAS
El diagnóstico de anorexia nerviosa es bastante raro en el ejercicio médico, si bien reviste notable importancia porque existen estados patológicos orgánicos que pueden tener como síntoma principal un fuerte adelgazamiento y que evidentemente tienen un tratamiento y un pronóstico totalmente distintos a los de la anorexia nerviosa primaria.
Los criterios que pueden conducir a una correcta identificación de la anorexia son: aparición de la sintomatología antes de los 25 años; una pérdida de peso del 25 % con respecto al peso original; observación de una obstinada actitud negativa en relación a la comida y a la conveniencia de engordar, a pesar de presiones, peticiones o amenazas; exclusión de cualquier otra enfermedad orgánica o psíquica que pueda ser causa de la aversión a la comida y del adelgazamiento; distorsión en la valoración de su propio cuerpo por parte de la paciente; hiperactividad, que contrasta con el aspecto consumido; cese de la menstruación; ausencia de estímulos de hambre o cansancio, a pesar de la nutrición insuficiente o de la hiperactividad; tendencia a la autoinducción del vómito y aversión por todos los alimentos; terror a la obesidad.
El examen físico de la paciente anoréxica pone en evidencia una notable emaciación, la piel se muestra a menudo seca y escamosa y la madurez sexual se halla notablemente retrasada. Contrasta con el estado de deterioro orgánico la actitud psíquica de la paciente, propia de una chica despierta, inteligente y aparentemente colaboradora. Los datos objetivos demuestran una disminución de la presión arterial, de la temperatura corporal y del metabolismo basal.
El curso de la enfermedad varía considerablemente en función de una serie de factores y de circunstancias que han de ser valoradas por separado; la edad de aparición de la enfermedad, la duración, el nivel intelectual de la paciente, la situación familiar y los tratamientos aplicados. En general, se puede decir que la mayor parte de las anoréxicas, convenientemente tratadas, pueden llegar a curarse, aunque al cabo de meses de tratamiento; parte de ellas avanza hacia la cronicidad y parte muere.
LA ANOREXIA NERVIOSA
La anorexia nerviosa debe afrontarse desde dos frentes: por un lado es indispensable inducir a la paciente a alimentarse y a recuperar el peso perdido, y por otro hay que resolver, mediante un eficaz programa de psicoterapia, los problemas psicológicos propios de la enferma y de sus relaciones con los demás miembros de la familia.
TRATAMIENTO
La estrategia terapéutica es bastante ecléctica y, más que de indicaciones exactas, consta de sugerencias de sentido común que, si se siguen con firmeza, pueden ofrecer óptimos resultados en estas pacientes realmente difíciles. Uno de los primeros objetivos que se han de perseguir en el tratamiento de la anorexia nerviosa es convencer a los padres de la naturaleza y de las probables causas de la enfermedad, tanto si la joven paciente va a ser tratada en su domicilio como si resulta indispensable su hospitalización. Todo esto supone un cambio radical de actitud por parte de los padres, que en primer lugar tendrán que renunciar a cualquier intento de forzar a su hija a comer.
La niña o la adolescente anoréxica mantiene una extenuante y continua lucha contra todos aquellos que se preocupan por su adelgazamiento y se empeñan en que la chica se decida a comer. La comprensión por parte de los padres y el consiguiente respeto por la personalidad, aunque alterada, de la paciente es el primer paso hacia un acercamiento más directo a la situación.
La anorexia nerviosa debe luego afrontarse desde dos frentes estrechamente relacionados entre Sí: por un lado es necesario conseguir que la joven paciente se alimente y recupere poco a poco el peso perdido; por otro, es esencial que se dé cuenta paulatinamente de que el negarse a alimentarse no es más que un rechazo a la idea de crecer.
La estrategia terapéutica contempla una explicación clara a la paciente de la gravedad de la situación y de los peligros, incluso fatales, que supondría una ulterior pérdida de peso. Se debe sobre todo procurar que la enferma se dé cuenta de que nadie quiere aumentar su peso por encima del mínimo indispensable; si la obesidad es la principal preocupación de la anoréxica, no menos preocupación debe suponer para quien la trata un sobrepeso que no resultaría de ninguna utilidad.
 
En los casos en los que sea necesaria la hospitalización, se considerará que el tratamiento ha concluido satisfactoriamente y que la paciente se encuentra ya en condiciones de abandonar la clínica sólo cuando se hayan conseguido algunos resultados de incremento de peso. Las condiciones de hospitalización deben ser totalmente normales y el personal médico y auxiliar debe demostrar continuamente una actitud atenta y de respeto hacia la paciente.
El control de peso debe naturalmente realizarse diariamente: es la única forma de comprobar que la paciente está realmente comiendo los alimentos que se le ofrecen a diario. Muchas son en efecto las estratagemas a las que recurren las anoréxicas para no ganar peso; aparte del vomito y de la eliminación de los alimentos en el cuarto de baño, es también frecuente la hiperactividad física, destinada a perder esas calorías que, muy a su pesar, se han visto obligadas a ganar. Asimismo se falsean también los controles de peso mediante la ingestión de grandes cantidades de agua pocas horas antes de la pesada. No obstante, si los controles periódicos de peso no muestran una mejoría, una buena medida puede ser la administración de un vaso de liquido de alto valor calórico 3-4 veces al día, coincidiendo con los horarios de administración normal de las demás medicinas a las demás pacientes. Cuando la vida de la paciente se halle en peligro, se debe recurrir a la alimentación forzada mediante sonda nasal.
PSICOTERAPIA
La recuperación de peso no debe ser, sin embargo, el único objetivo de la terapia. Muchas pacientes se someten a la nutrición impuesta sólo para alcanzar el peso necesario para abandonar la clínica, pero una vez fuera vuelven a sus restricciones. El éxito pleno depende de la psicoterapia y puede considerarse totalmente consolidado cuando la paciente demuestre que ha recperado una valoración normal de la imagen de su cuerpo. Por otro lado, el tratamiento habrá llegado a su fin cuando los padres hayan comprendido el aspecto negativo de su comportamiento, básicamente coercitivo, en el largo periodo anterior a la manifestación de los conflictos psíquicos en forma de anorexia nerviosa, y hayan aprendido a llevar de forma distinta las relaciones con su hija. En ese momento la paciente empezará a verse como realmente es, anormalmente delgada, y desarrollará un deseo normal de cambiar.
La importancia de la familia a la hora de desencadenar y favorecer el desarrollo de una anorexia nerviosa está totalmente comprobada y definida ya el modelo psicológico de esta familia.
Las madres de las chicas anoréxicas tienen en general un temperamento ansioso y al mismo tiempo muy ambicioso; llegan a menudo a utilizar a su hija como medio de revalorización narcisista de sí misma. El interés por el aspecto físico de la niña es en estos casos excesivo desde la más tierna infancia. Este tipo de madres son hiperprotectoras, teniendo serias dificultades para sentir y satisfacer las necesidades propias de la hija y manifestando una tendencia continua a confundir sus propias vivencias con las de su hija.
El padre suele ser cordial y jovial, al menos aparentemente y a menudo permisivo pero aislado en el ámbito de la familia, interviniendo poco en las principales decisiones de ésta. La madre es el elemento guía, el padre posee una autoridad prácticamente simbólica y casi siempre es utilizado por la madre para dar fuerza a decisiones tomadas sólo por ella. La pareja parece mostrar una unión satisfactoria, pero a menudo sólo superficialmente, con una relación que dista mucho de ser equilibrada y ambos padres muestran aspectos neuróticos en su carácter: una profunda inseguridad e insatisfacción interior, enmascarada por una actitud autoritaria y posesiva en el caso materno y una depresión en el caso del padre. Los hermanos, tienen un cierto distanciamiento afectivo y material con respecto a la hermana anoréxica, frente a la cual tienden luego a asumir una actitud acusatoria o indiferente.