Un extraño
y peligroso fenómeno mental afecta hoy a la sociedad. La psicopatía o sociopatía se contempla como un trastorno de
la personalidad y no como un trastorno mental semejante a la esquizofrenia o a
la depresión. Un trastorno de la personalidad es un patrón permanente e
inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta de las
expectativas culturales de la persona y tiene su inicio en la adolescencia o
principio de la edad adulta. Además, es estable a lo largo del tiempo y produce
malestar y perjuicios para dicha persona. También se le conoce como trastorno
disocial de la personalidad.
Las
personas con este trastorno se caracterizan por despreciar los deseos, derechos
y sentimientos de los demás, muestran pocos remordimientos, carecen de empatía,
son insensibles. Por otro lado, pueden y suelen poseer cierto encanto
artificial. Trastorno antisocial no es sinónimo de comportamiento delictivo.
Aunque, por supuesto, no se puede negar la existencia de relación entre ambos
términos. La psicopatía supone un claro e importante factor de riesgo para la
reincidencia en general y para la violencia en particular.
En la
etiología de esta entidad probablemente confluyan factores genéticos y
medioambientales (crianza, experiencias infantiles, etc). Algunos estudios han
encontrado alteraciones en el electroencefalograma y otros han descrito
pequeñas malformaciones congénitas con mayor frecuencia que en la población
general.
Los
psicópatas se caracterizan básicamente por su desprecio hacia las normas
establecidas por la sociedad. Carentes de principios morales, sólo valoran a
las demás personas en la medida en que puedan serles de alguna utilidad
práctica, de modo que no tienen reparo alguno en atropellar los derechos ajenos
cuando estos representan un obstáculo para el logro de sus propósitos. Vemos
así que en el historial del psicópata abundan actos delincuenciales como robos,
agresiones, chantajes, estafas, violaciones y hasta crímenes.
Su falta de
sentimientos de culpa se traduce en todo tipo de justificaciones para sus actos,
de modo que el psicópata se muestra a sí mismo como incomprendido o víctima de
la sociedad, guiándose siempre por sus propias reglas y no admitiendo nunca el
menor remordimiento o vergüenza por sus atropellos.
Impulsivos
por naturaleza, no miden el peligro ni las consecuencias de sus acciones,
incurriendo repetidamente en actos riesgosos para sí mismos y para los demás,
como conducir imprudentemente, consumir sustancias adictivas o participar en
actos delictivos. Incapaces de tolerar las frustraciones, pueden ser muy
violentos si no consiguen lo que se proponen por medios pacíficos. Propensos al
aburrimiento, buscan continuamente las emociones intensas y se consideran a sí
mismos como personas de acción, intrépidos o temerarios.
Sus
relaciones interpersonales son frías y superficiales, se interesan sólo por sí
mismos, suelen ver a los demás como objetos intercambiables y son incapaces de
sentir afecto por otras personas, aunque pueden aparentar lo contrario si lo
consideran necesario. Son manipuladores, utilizan a los demás para el logro de
sus objetivos y no dudan en aprovechar las debilidades ajenas, que suelen
descubrir rápidamente, si son inteligentes. Son también sumamente deshonestos,
mienten con frecuencia y con gran facilidad, y aunque pueden generar simpatía
en algunas personas por su aparente independencia y temeridad, no son capaces
de mantener relaciones sentimentales duraderas, siendo por lo general infieles
y promiscuos sexualmente.
Este
trastorno suele iniciarse tempranamente, en la adolescencia o aun en la
infancia, con mala conducta escolar, maltrato de animales o niños pequeños,
agresividad, violencia, mentiras frecuentes y delitos menores como robos o
daños a la propiedad ajena.