El lenguaje como tal, aparece sobre los dos años. El primer año de la vida de un bebé es esencial para su desarrollo. En este aprendizaje el “balbuceo” tiene un importante papel. Cuando el bebé cumple dos meses de edad, empieza a emitir sonidos que provienen de la parte posterior de la boca, en respuesta a las demostraciones afectivas que le procesamos.
Dentro del proceso de desarrollo del lenguaje infantil, la pronunciación del "ta-ta", "da-da" o "ga-ga", que el bebe repite para alborozo de sus padres incluso sin que nadie les enseñe cómo hacerlo, representa la manifestación de las raíces del desarrollo del lenguaje en los humanos, según concluyeron expertos estadounidenses y británicos en una investigación.
Esta mezcla de vocales y consonantes que el bebé emite de manera natural gracias a la coordinación de los movimientos de su boca y mandíbula, es común a la mayoría de las lenguas que se hablan en la actualidad alrededor del mundo, y representan según investigadores de los orígenes del lenguaje, los primeros intentos de nuestros predecesores por crear una forma verbal de comunicación.
En el año 2000, científicos de la Universidad de Texas, Estados Unidos, y de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, afirmaron que los diferentes idiomas que en la actualidad se hablan en el mundo, tuvieron su origen en una lengua común desarrollada hace más de 60.000 años por nuestros ancestros africanos.
Esta hipótesis se contrapone a la que sugería que la capacidad de comunicarse apareció como resultado de cambios genéticos que le dieron al hombre, de repente, la capacidad para hablar. Por el contrario, ahora se estima que todo fue un largo proceso, similar al que se observa en el niño, que poco a poco va adquiriendo la habilidad de articular sonidos, luego forma palabras cortas y largas, y por último crea frases que aumentan, de forma paulatina, su complejidad.
Entonces, el balbuceo de los bebés es simplemente reflejo de esa primitiva búsqueda del ser humano por comunicarse, de ahí que en todo el mundo este proceso sea tan similar, a pesar de que muchos pretendan resaltar más las aparentes marcadas diferencias que existen entre los idiomas que se hablan hoy día.
En el 2002, Laura-Ann Petitto, investigadora de la Universidad de Dartmouth, público en la prestigiosa revista “Science” un trabajo donde demuestra que el parloteo del niño sirve para “construir un primer acercamiento a los sonidos del lenguaje”. Petitto estudió a 10 bebés de entre 5 y 12 meses que ya iniciaban su propio “lenguaje” a través de balbuceos sin sentido.
La profesora de Psicología y Ciencias del Cerebro grabó a estos niños balbuceando. Cinco de ellos eran hijos de angloparlantes y otros cinco de francoparlantes. Al analizar las imágenes, la autora observó una serie de movimientos de los labios y boca comunes a todos los niños. Cuando los bebés parloteaban, movían más la parte derecha de la boca, mientras que para sonreír abrían más el lado de la izquierda. Para vocalizar, la boca se situaba de forma simétrica, ambos lados se abrían con igual intensidad.
Según la investigadora, esta diferencia en los movimientos de cada lado se debe a que en cada momento los niños emplean partes distintas del cerebro. Así, si el niño está vocalizando balbuceos, usa el hemisferio izquierdo del cerebro, que es el dedicado al aprendizaje del lenguaje y que lo emplea con estos fines ya desde los cinco meses, “lo que supone que empiezan antes de lo que se pensaba”.
Petitto opina que en futuras investigaciones se podrá determina más específicamente el significado del balbuceo. “No es lo mismo cuando el niño está repitiendo sílabas como ‘ga-ga’ o ‘da-da’, que cuando sólo gritan un sonido tipo ahhhhhhhh”, explica la experta. “Esto último no es balbuceo”. Un análisis más exhaustivo servirá para determinar problemas de lenguaje incluso antes de que el niño empiece a hablar, lo que será muy útil para prevenirlos y corregirlos.
A los adultos esto podría sonarnos como un parloteo sin sentido, pero las investigaciones han demostrado que el balbuceo de los niños es un ejercicio verbal esencial para que desarrollen correctamente la función del habla.